OTRO EPITAFIO

El hombre más afortunado por mí conocido,
el hombre que trabajó alegre y rentabilizó su sudor,
el hombre que vio crecer a sus hijos en la armonía del hogar,
el hombre que encontró el inquebrantable amor,
el hombre que siempre recordó a su Dios,
en todos los cánticos alababa la grandeza del Misericordioso,
el hombre que ayer fue enterrado,


como yo.



Sus gusanos se entrelazan con los míos y se revuelven en esta tierra mesozoica.